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domingo, 13 de mayo de 2018

Comparar el Mito platónico de la Caverna con la película Matrix.


SUBUNIDAD 2: Problemas metafísicos y epistemológicos.
Aprendizaje  Esperado: Conocer e interpretar las Teoría de las Ideas de Platón.
                                             Comparar el Mito platónico con la película Matrix.
ACTIVIDAD: Lea el siguiente texto y conteste la pauta de análisis.

Platón. Alegoría de la Caverna

Ahora, continué diciendo, imagínate de la siguiente manera nuestra naturaleza, según que recibe o no la debida educación. Figúrate unos hombres en una habitación subterránea al modo de una caverna, que tenga la entrada vuelta hacia la luz y larga como toda ella. En ella se encuentran desde niños, con las piernas y el cuello atados, teniendo que permanecer en el mismo sitio y no pudiendo ver más que lo que tienen delante, imposibilitados como están por las ataduras de mover la cabeza en torno. La luz de un fuego colocado en lo alto y a lo lejos brilla detrás de ellos. Entre este fuego y los presos hay un camino alto. A lo largo de este camino figúrate levantada una tapia, algo así como las mamparas que ponen delante los titiriteros, frente al público, y por encima de las cuales exhiben los títeres.
     Me lo figuro, dijo.
     Figúrate, pues, a lo largo de esta tapia hombres llevando cosas de todas clases que sobresalgan de la tapia, y figuras humanas y de animales de piedra y de madera, hechas de todas formas -como es natural, unos hablando, otros callados, los que las llevan y pasan.
     Cuadro extravagante pintas, dijo, y extravagantes presos.
     Iguales a nosotros, repuse yo. Pues bien, y en primer término, ¿crees que unos presos semejantes pueden haber visto de sí mismos y de los demás otra cosa que sus sombras proyectadas por el fuego sobre la pared de la caverna que tienen enfrente?
     ¿Cómo, dijo, si están forzados a tener la cabeza inmóvil toda su vida?
     Y de las cosas que llevan los que pasan ¿no es lo mismo?
     ¿Qué, si no?
     Si, pues, pudiesen conversar unos con otros ¿no piensas que estarían convencidos de hablar de las cosas mismas, al hablar de las sombras que ven?
     Forzosamente.
     ¿Y si la prisión tuviese un eco que saliese de la pared de enfrente de ellos? Cada vez que uno de los que pasan hablase ¿crees que podrían pensar que quien hablaba era otra cosa que la sombra que pasase por la pared?
     Por Zeus, no, dijo.
     Unos presos semejantes, seguí yo, no podrían en absoluto convencerse de que la verdad fuese nada distinto de las sombras de las cosas.
     Con toda necesidad, dijo.
     Pues considera, proseguí yo, cuáles serían los efectos de soltarles y librarles de sus ataduras y de la imbecilidad en que se encuentran sumidos, si por obra de naturaleza les acaeciese lo siguiente. Cuando se soltase a uno y se le obligase a ponerse de repente en pie, a mover el cuello, a andar y a levantar la vista hacia la luz, al hacer todo esto sentiría dolores y se sentiría imposibilitado por las vibraciones de la luz para ver las cosas de que veía las sombras un momento antes. ¿Qué crees que diría, si alguien le dijese que un momento antes veía naderías, pero que ahora algo más cerca de la realidad y vuelto hacia las cosas más reales, veía más exactamente? ¿Y si, enseñándole cada una de las cosas que pasan, se le obligase, preguntándole, a responder lo que era? ¿No crees que se encontraría en un callejón sin salida y que estaría convencido de que las cosas que veía un momento antes eran más verdaderas que las que le enseñan ahora?
     Mucho más, dijo.
     Y si le forzasen a mirar a la luz misma ¿no crees que le dolerían los ojos, y que dando la vuelta huiría hacia aquellas cosas que podía ver, y que estaría convencido de que éstas eran en realidad más claras que las que le enseñaban?
     Así es, dijo.
     Y si, proseguí, le arrastrasen de allí a la fuerza por la subida ruda y escarpada, y no le soltasen hasta haberle sacado a rastras a la luz del sol, ¿es que no crees que padecería, y que se exasperaría de que le arrastrasen, y que desde que hubiese llegado a la luz tendría los ojos llenos de su resplandor, y no podría ver ni una sola de las cosas que llamamos ahora las verdaderas cosas?
     No podría, dijo, al menos en seguida.
     Tendría falta, en efecto, de la costumbre, creo yo, si quería ver las cosas de la parte alta. Primero vería con más facilidad las sombras, después las imágenes de los hombres y las de las demás cosas en las aguas, más tarde las cosas mismas, y a partir de aquí contemplaría las cosas del cielo y el cielo mismo de noche, levantando la vista a la luz de las estrellas y de la luna, más fácilmente que de día el sol y su luz.
     ¿Cómo no?
     Por fin, creo yo, sería el sol, no su reflejo en las aguas ni en ninguna otra superficie, sino él mismo, en sí mismo y en su lugar mismo, lo que podría mirar y contemplar como es.
     Necesariamente, dijo.
     Y después de esto podría ya inferir acerca de él que él era quien traía consigo las estaciones y los años, quien regía todas las cosas del espacio visible y quien era causa en alguna manera de todas aquellas cosas que veían en la caverna.
     Evidente, dijo, que vendría a parar en esto después de lo otro.
     ¿Qué, entonces? ¿No crees que, acordándose de su primera habitación, de la sabiduría que allí reinaba y de los presos con él, se sentiría feliz del cambio y los compadecería?
     Y tanto.
     En cuanto a los honores y a los elogios, si algunos se tributaban mutuamente, y a las recompensas concedidas al que viese con una vista más aguda las cosas que se pasaban, y al que recordase mejor las que acostumbrasen a desfilar primero, después o a la vez, y por esto fuese más capaz de predecir lo que fuese a suceder, ¿te parece que sentiría afán de ellos y qué tendría celos de los que recibiesen honores y poseyesen el poder entre ellos? ¿O no experimentaría lo que dice Homero, y no querría ciertamente «ser un jornalero y trabajar para otro pobre», y sufrir cualquier cosa, mejor que tener aquellas opiniones y vivir de aquella manera?
     Así creo yo, dijo; mejor aceptaría sufrirlo todo que vivir de aquella manera.
     Pues piensa todavía esto, proseguí. Si este hombre, bajando de nuevo, se sentase en el mismo asiento, ¿es que no tendría los ojos completamente oscurecidos, volviendo de pronto del sol?
     Y tanto, dijo.
     Y si tuviese falta de rivalizar en juzgar de nuevo las sombras con los que hubiesen estado presos siempre; en tanto tuviese la vista débil, antes de que los ojos hubiesen recuperado su fuerza -tiempo de acostumbrarse que no sería pequeño- ¿es que no daría risa y no dirían de él que por haber subido arriba volvía habiendo echado a perder los ojos, y que no merece la pena ni siquiera el intentar subir? Y al que se pusiera a soltarlos y a llevarlos arriba, si pudiesen cogerlo en sus manos y matarlo, ¿no lo matarían?
     Ciertamente, dijo.
     Pues bien, proseguí, esta alegoría, querido Glaucón, debe aplicarse íntegramente a lo dicho antes, comparando el mundo que se percibe por la vista a la prisión y la luz del fuego encendido en ella a la fuerza del sol. Y si tomas la subida y la contemplación de las cosas de la parte alta por la ascensión del alma al espacio inteligible, no te apartarás de lo que yo creo, supuesto que es lo que sientes afán por oír de mí. Dios sabe si será verdad. Mas si he de atenerme a mi parecer, lo que me parece es que en los confines de lo cognoscible está y se ve, con dificultad, la idea del Bien; pero que, vista, hay que concluir que ella es para todos la causa de todas las cosas rectas y bellas; que en lo visible ha engendrado la luz y el señor de ella, y en lo inteligible, ella misma señora, dispensa la verdad y la inteligencia; y que le hace falta verla al que quiere obrar cuerdamente en lo privado y en lo público.
     Yo también creo como tú, dijo, al menos hasta donde puedo.
     Adelante, pues, proseguí, y cree como yo también esto, es decir, no te admires que los que han llegado allá no quieran ocuparse en las cosas humanas, sino que sus almas se esfuercen por permanecer siempre arriba. Natural, si es una vez más según la alegoría desarrollada.
     Y tan natural, dijo.
     Pero ¿qué? ¿Crees que es cosa de admiración, proseguí, que viniendo de las divinas visiones a las míseras humanas, se haga mala figura y se parezca ciertamente ridículo, al ser forzado, teniendo aún la vista débil y antes de haberse acostumbrado suficientemente a la presente oscuridad, a litigar en los tribunales o en otra parte, acerca de las sombras de lo justo, o de las imágenes cuyas son las sombras, y a rivalizar acerca de estos temas, en la forma en que puedan ser comprendidos por los que no han visto jamás la justicia misma?
     No, no es cosa de admiración, dijo.
     Entonces, si los hombres fuesen inteligentes, proseguí, recordarían que es de dos maneras y por dos causas como resultan turbados los ojos, pasando de la luz a la oscuridad y de la oscuridad a la luz. Considerando, pues, que esto mismo le sucede también al alma, al ver a una desconcertada e imposibilitada de divisar algo, no se reirían sin razón, sino que tratarían de averiguar si es que, al volver de una vida más luminosa estaba oscurecida por la falta de costumbre, o por pasar de una mayor ignorancia a la vida más luminosa resultaba llena de vibraciones de la luz más relumbrantes; y entonces, a una la tendrían por feliz de su accidente y de su vida; a la otra, la compadecerían,  y si querían reír a costa de ella, la risa sería menos ridícula que el reírse de la que desciende de la luz.
     Hablas muy exactamente, dijo.
     Y la verdad es, proseguí, que si a la facultad que tiene esta naturaleza se le amputasen desde la misma niñez esas como masas de plomo que entran en el género de lo mudable, que los festines y las voluptuosidades y los placeres de esta índole adhieren a la naturaleza y que hacen al alma dirigir la vista hacia abajo; si despojada de ellas, se la dirigiese hacia la verdad, la misma facultad, en los mismos hombres, vería con toda agudeza aquellas otras cosas, como estas a que se halla vuelta ahora.
     Es natural, por lo menos, dijo.
     Pero ¿qué? ¿No es natural también, proseguí y necesario por todo lo dicho, que ni los que no han recibido la debida educación y los que no han hecho la experiencia de la verdad gobiernen bien la ciudad, ni aquellos a quienes se ha dejado dedicarse a su educación hasta el fin, los unos porque no tienen en la vida ninguna mira por la que hacer todo cuanto puedan hacer en lo privado y en lo público, los otros porque, a ser voluntariamente, no obrarían, persuadidos de habitar, vivientes aún, en las islas de los Bienaventurados?
     Verdad es, dijo.
     Obra nuestra, pues, proseguí, de los fundadores, forzar a las mejores naturalezas a dedicarse a la ciencia que hemos dicho antes que es la mejor de todas, a ver el Bien, a hacer aquella subida, y cuando, después de haber subido, hayan visto bastante, no permitirles lo que se les permite ahora.
     ¿Qué?
     El quedarse allá, proseguí, y no querer bajar de nuevo  con los presos, ni participar de sus fatigas y sus honores, más mezquinos o más valiosos.
     Les diremos, en efecto, que los así formados en las otras ciudades no participan, fundadamente, en las fatigas de ellas, porque se forman por sí mismos, a pesar del régimen de cada una, y el que se ha hecho a sí mismo, y a nadie debe su sustento, tiene derecho a no querer pagar a nadie lo que le ha sustentado. Pero a vosotros os hemos formado nosotros, para vosotros mismos y para el resto de la ciudad, como a los jefes y reyes de las colmenas, mejor y más acabadamente educados que aquellos y más capaces de participar de ambas cosas. Es menester, pues, bajar, cada cual a su vez, a la común habitación de los demás, y es menester acostumbrarse a contemplar las cosas oscuras; porque, acostumbrados, veréis mil veces mejor que los de allí, y conoceréis cada una de las imágenes, qué sea y de qué, por haber visto la verdad acerca de las cosas bellas, justas y buenas. Y así la ciudad habitará, para nosotros y para vosotros, un suelo y no un sueño, como ahora habitan las más, porque luchan por una sombra unos contra otros y se sublevan por el mando, como si fuese un gran bien. Pero la verdad es que la ciudad en que menos ávidos del gobierno sean los llamados a gobernar será la mejor administrada y con menos sublevaciones, por necesidad; y la que tenga los gobernantes contrarios, al contrario.
República, Libro VII, 514 a/ 520 d.



Actividades: ELABORA una presentación en PPT

CREA UN JUEGO SERIO EN QUE SIMULES UN PERSONAJE QUE DEBE VIVIR LAS AVENTURAS HASTA LOGRAR SALIR DE LA CAVERNA; PUEDES UTILIZAR FRAGMENTOS  O IMÁGENES DE LA PELÍCULA "MATRIX" PARA CREAR EL JUEGO. 


VINCULO A EJEMPLO DE JUEGO SERIO:

domingo, 11 de marzo de 2018

EL ORIGEN DE LA FILOSOFIA




LINK PARA PRESENTACIÓN Y VIDEO SOBRE EL ORIGEN DE LA FILOSOFÍA
LINK ORIGEN DE LA FILOSOFIA

Link Video sobre los dioses griegos (Hades)

Unidad Cero: Del Mito a la Filosofía
OBJETIVO: Conocer el origen histórico de la Filosofía
1. LOS MITOS
En todas las tradiciones de la humanidad existen narraciones que dan cuenta de cómo tuvieron lugar ciertos acontecimientos originarios o significativos de la existencia humana y, en general, del universo. Estas narraciones (mythos, en griego, quiere decir cuento) forman la herencia mítica o mitológica de esa cultura. Se trata de historias que no pretenden dar una explicación científica de las causas de los fenómenos, sino narrar cómo sucedió lo que dio origen a una condición de la naturaleza o del ser humano.
Una de las características del mito es que su lenguaje es simbólico. Para explicar qué quiere decir "simbólico", recurriremos a una antigua historia:
Los amigos y la moneda
Había en Grecia dos amigos que eran muy unidos y se querían entrañablemente. Un día, uno de ellos le comunicó al otro que tendría que abandonar la ciudad, pues su familia se trasladaba a una región muy le­jana. Y agregó que sería muy difícil que se volvieran a encontrar. Su compañero, muy triste, le preguntó:
-Y si nos encontramos alguna vez, ¿cómo podremos reconocernos? Es posible que hayamos cambiado mucho...
-¡Se me ocurre una idea! -respondió el viajero-. Partiremos esta moneda en dos, y cada uno de nosotros guardará la mitad. Así, cuando creamos encontrarnos, bastará con pedirle al otro la mitad de la moneda, y así no tendremos ninguna duda.
Dice la historia que se encontraron mucho tiempo después, ya muy ancianos, y lograron reconocerse gracias a la moneda, con lo cual pudieron reanudar los lazos de amistad que los habían unido antaño.

La palabra griega symbolon significa la unión de dos partes, elementos que han sido partidos o separados. En este caso, la unión de las dos mitades de la moneda. De ahí viene "símbolo", que quiere decir el signo o manifestación concreta e intangible o misterioso. La moneda unida, en este caso, es el símbolo -signo visible- de algo inexplicable y poderoso, como es la amistad.

Los mitos son simbólicos: expresan de manera concreta y comprensible la presencia de algo muy difícil o imposible de explicar. Por eso los mitos se interpretan. Estas interpretaciones pueden ser muchas, y siempre dejarán abiertas más preguntas.

A través de la experiencia de lo sagrado, manifestada también en los mitos, se abren paso las ideas de realidad, verdad, significación, principio, que serán luego elaboradas y sistematizadas por las reflexiones filosóficas.
CARACTERÍSTICAS DE LOS MITOS
        El mito narra una historia sagrada. Es el relato de una creación, de cómo algo comenzó a ser. Sus personajes son seres sobrenaturales.
        Narra la irrupción de lo sagrado en el mundo. Esta irrupción hace que el mundo sea como es hoy.
        Su función principal es la de revelar los orígenes y modelos ejemplares de todos los ritos y de todas las actividades humanas significativas.
        Todo lo que es narrado por los mitos nos concierne directamente, tanto por su referencia a nuestra condición, como porque dan cuenta de los orígenes (las estaciones, el tiempo, el amor, la venganza, la creación). Se diferencian de los cuentos y las fábulas en que éstos no narran los hechos que han dado origen a nuestra realidad o que han modificado la condición humana.
        El hombre, tal como es hoy día, es el resultado directo de los acontecimientos narrados en los mitos (es mortal por algo que sucedió en aquel tiempo). Comprender los mitos es comprender el secreto del origen de las cosas.

2. EL PASO DEL MITO AL LOGOS

Según la tradición, la filosofía comienza en Grecia, en Mileto, ciudad del A Menor. La novedad de este comienzo se caracteriza como el paso del mito al logos es decir, el paso de una forma mágica a una forma racional de comprender el mundo. Logos es sinónimo de razón. En Grecia, a partir del siglo VI a.C., tiene lugar el paso del mito al logos.
Una actitud racional frente al mundo implica, en primer lugar, que las cosas no suceden arbitrariamente según el capricho de los dioses, sino que sucede según necesidad, de acuerdo a leyes. El mundo, por tanto, no es un Caos, si un Cosmos: un todo ordenado.
Mito, como sabemos, significa relato, narración. La palabra logos, a su vez tiene varios sentidos. Los principales son: razón, orden, palabra, habla. El pensamiento humano transitará, entonces, desde las narraciones que no pretenden explicar, sino dar cuenta de los misterios, hacia el predominio de las explicaciones racionales que quieren dar respuesta a las interrogantes sobre las causas y la naturaleza de las cosas.
Los principios básicos que orientan esta transición son los siguientes:
a)        Las cosas suceden como tienen que suceder, de acuerdo a su esencia y naturaleza. Existe un orden necesario que rige el universo.
b)   Ese orden puede ser descubierto por el ser humano mediante el uso de la razón. La razón o ley (logos) que gobierna el mundo y el logos como razón-palabra, son un mismo logos.

En Grecia el mito estaba presente e inspiraba la tragedia, la poesía, las artes plásticas. Pero los griegos fueron haciendo el análisis de los contenidos míticos y dándoles forma de pensamiento lógico, de razonamientos que buscaban explicar, fundamentar, y no sólo narrar. Comenzaron entonces a buscar expresiones más racionalizadas y estables que desarrollaran en forma lógica aquellos temas que los mitos abordaban en formas narrativas que requerían una interpretación.
En ese contexto comienza el pensamiento filosófico. "Filosofía" viene de dos palabras griegas: philos (amigo) y sophia (sabiduría). El filósofo es, pues, el amigo de la sabiduría, el que ama la sabiduría. Los primeros filósofos fueron los jónicos, en Grecia. Ellos buscaron develar la naturaleza del principio fundamental de todas las cosas, el "argé". Ya no les era suficiente la visión mítica para satisfacer su necesidad de comprender la realidad: quisieron dar una explicación al alcance de la razón. Sin embargo, los mitos van a estar presentes con mayor o menor fuerza en el pensamiento de los primeros filósofos.

La filosofía, entonces, tiene que ver fundamentalmente con las preguntas sobre el sentido de la vida, el sentido de la muerte, la existencia de Dios, el papel de las emociones, los sentimientos, la voluntad. Por qué y para qué estamos y somos. Por qué el universo es, en vez de no ser. Por qué es la vida, y las "injusti­cias" de la vida. Se trata, en suma, de una búsqueda de sentido que quiere seguir un camino diferente del que siguieron los mitos, para intentar respuestas que satisfagan a la razón.
ACTIVIDADES: APLIQUE LAS INSTRUCCIONES DADAS POR EL PROFESOR PARA DESARROLLAR LOS PROCESOS MENTALES EXIGIDOS.
1)         Analice el mito Deméter y Perséfone e interprete cómo se manifiesta en la narración cada una de las características de los mitos.
2)         Elabore un cuadro comparativo entre los mitos y la filosofía.
CRITERIO DE COMPARACION
PENSAMIENTO MITICO
PENSAMIENTO LOGICO
Fundamento de los fenómenos


Facultad en que se apoya


Expresión lingüística


Otro creado por usted



3)         Imagine que usted es uno de los primeros filósofos griegos y señale sus objeciones "racionales" a lo que expresa ese mito. Indique qué caminos seguiría para buscar una explicación racional a lo que el mito describe.
4)         Elija diez términos del vocabulario técnico de la filosofía y elabore las definiciones descriptiva y esencial de cada uno de ellos.

DEMETER Y PERSÉFONE
Deméter, diosa de la tierra y la fertilidad, tenía una hija, Kore, a quien quería más que a todas las cosas. Un día Kore paseaba por el campo en compañía de sus amigas y de las ninfas, recogiendo flores. De pronto, la atrajo un bello narciso y lo cortó. En ese momento se abrió la tierra y apareció Hades (dios de los infiernos, hermano de Zeus) y raptó a Kore.
Deméter, loca de dolor, pues no sabía quién se había llevado a su hija, empezó a recorrer toda la tierra, tratando de encontrarla.
Finalmente, el Sol, apiadado, le comunicó el nombre del raptor. Deméter, entonces, abandonó el Olimpo (morada de los dioses) y recorrió toda la tierra llorando, vestida de negro, y la tierra dejó de dar frutos.
Ante esta situación, Zeus se preocupó por la suerte de los mortales, que ya no tendrían cómo alimentarse. Le pidió a Hades que devolviera a Kore -que en el infierno pasó a llamarse Perséfone- y Hades consintió, pero sólo por un tiempo: por un tercio del año tendría que volver al infierno.
Cuando Deméter supo que Perséfone volvería, comenzó a embellecer el mundo para recibirla. Puso flores por todas partes, la temperatura se hizo más suave y el sol apareció para iluminar la tierra de nuevo. Luego vinieron los frutos y los mortales pudieron alimentarse, mientras Deméter y Perséfone gozaban de estar juntas. Pero se acercaba inexorablemente el momento del retorno de Perséfone a los infiernos. La tierra comenzó a entristecerse: las hojas comenzaron a perder su color y a caer de los árboles. El mundo se despojaba de sus adornos, hasta que Perséfone abandonó la tierra y volvió el momento de los llantos y la oscuridad.