NUESTRA VIDA ESTÁ DENTRO DE NOSOTROS
Con el fin de comprender la manera en que percibimos la realidad, imaginemos al ser humano como una caja cerrada con cinco “aperturas”. Los ojos, las orejas, nariz, boca y manos. Estos órganos representan nuestros cinco sentidos: la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto. Percibimos la realidad a través de ellos. El rango de tonos que podemos oír, lo que podemos ver y demás, dependen de la percepción de nuestros sentidos.
Para ejemplificar lo anterior, demos un vistazo al funcionamiento de nuestro sistema auditivo. Primero, las ondas de sonido llegan hasta el tímpano y lo hacen vibrar. Las vibraciones mueven los huesos del oído medio que envían la señal al cerebro, y ahí la información recién llegada se compara con la que ya existe en nuestra memoria. Basándose en esta comparación, el cerebro forma una imagen del mundo que parece existir “frente” a nosotros. Este proceso crea el sentimiento que vivimos en un “lugar” específico, pero este sitio se encuentra realmente dentro de nosotros. En otras palabras, todo el proceso se desarrolla internamente. Y los demás sentidos funcionan igual.
¿Entonces, qué es lo que verdaderamente percibimos? Sólo nuestra reacción interna a un estímulo externo, y no lo que realmente se encuentra afuera. Estamos “encerrados dentro de nuestra caja” por lo que no podemos decir con certeza lo que hay en el exterior. Nuestras imágenes de la realidad son las que han estructurado nuestros sentidos junto con la información acumulada en el cerebro. Hace algunos años, la ciencia descubrió que el estimular eléctricamente al cerebro nos podía hacer sentir como si estuviéramos en cierto lugar y situación. De hecho, los científicos que estudian la naturaleza saben que cada una de las criaturas percibe el mundo de una manera diferente. En relación al ser humano, el gato puede ver en la oscuridad seis veces más; el sentido del oído del perro es mucho más agudo y sensible por lo que puede escuchar los sonidos antes que nosotros. El ojo del hombre está adaptado a una longitud de onda que va desde el púrpura hasta el rojo. Es por eso que no vemos el violeta que tiene una longitud de onda menor al púrpura. Sin embargo, las abejas pueden percibir la radiación ultravioleta y localizar diversos tipos de flores.
Estos ejemplos nos muestran que si los humanos tuviéramos otros sentidos, su percepción de la realidad sería totalmente diferente.
LA VIDA ES UN SUEÑO
Nuestro mundo existe dentro de nosotros. Nuestros cinco sentidos reciben estímulos externos y los transmiten al cerebro, donde se procesan, formando una imagen del mundo, pero no percibimos nada fuera de eso.
El universo en sí nos es desconocido. Por ejemplo, si el tímpano en mi oído está dañado, no oigo nada y el sonido no existe para mí. Percibo sólo lo que se encuentra dentro del rango en el que estoy sintonizado.
“¿Qué es la vida? Un frenesí. ¿Qué es la vida? Una ilusión, una sombra, una ficción, y el mayor bien es pequeño: que toda la vida es sueño, y los sueños, sueños son.”
Pedro Calderón de la Barca, “La vida es sueño”
Nuestra percepción del entorno es completamente subjetiva. Captamos nuestras propias reacciones a algo que supuestamente está ocurriendo fuera de nosotros, pero ¿en realidad está sucediendo algo afuera?
Muchas teorías discuten el tema. La teoría de Newton establece que existe una realidad objetiva, que el mundo es como lo vemos y que existe a pesar de nuestra propia existencia. Más tarde, Einstein dijo que la percepción de la realidad depende de la relación entre la velocidad del observador y lo observado. Que al cambiar nuestra velocidad relativa a la de un objeto, lo observamos de una manera totalmente diferente: el espacio se deforma, se comprime o se expande, y el tiempo cambia.
Otras teorías, como el principio de incertidumbre de Heisenberg, proponen reciprocidad entre el individuo y el mundo. En pocas palabras, la percepción de la realidad es el resultado de mi influencia en el mundo y la influencia de éste en mí.