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jueves, 28 de abril de 2016

La respuesta de Aristóteles a la pregunta por el ser

SUBUNIDAD 2: Problemas metafísicos y epistemológicos.        A.- METAFÍSICA:

La respuesta de la Teoría del Ser en Aristóteles.
Aprendizaje  Esperado:   Conocen los principios y formulación de la metafísica aristotélica.

                                                Aplican algunas nociones metafísicas en Aristóteles.

La pregunta más básica de la metafísica es “¿Qué es el ser?”, vale decir, nos estamos preguntando por quién existe o qué es lo verdaderamente real.
Platón propuso que lo que existía verdaderamente eran las ideas. Sin embargo, Aristóteles; un discípulo de Platón, no estuvo de acuerdo con su maestro. Y le criticó la duplicación innecesaria de las cosas, que el número de ideas tiene que ser infinito, si hay ideas de lo positivo también tendrá que haber cosas de lo negativo, etc.

Aristóteles propone una serie de conceptos para poder fundir nuevamente el mundo de las cosas sensibles con las ideas. Para esto distingue entre: substancia, esencia y accidente. La substancia es la unidad que soporta todos los demás caracteres de la cosa. También es el sujeto en un juicio.
¿Qué es la esencia? Es la suma de todos los predicados que podemos decir de la substancia. Se opone al concepto de accidente. El accidente es aquel predicado que pudiese faltar a la substancia y ésta seguiría siendo lo que es. En cambio, es esencial aquel predicado que si faltara en la substancia, ésta ya no sería lo que es. Por ejemplo: es esencial en un “triángulo” el tener tres lados; pero es accidental el tamaño de tales lados.
Otros conceptos introducidos por Aristóteles son: materia y forma. La materia es aquello con lo que está hecho algo. La forma, la entiende en dos sentidos: la figura de los cuerpos y, también, como  aquello que hace que la cosa sea lo que es, aquello que reúne los elementos materiales y les confiere sentido. Para Aristóteles cada cosa tiene la forma que debe tener, es decir, la forma define la cosa. La forma de algo es lo que le da un sentido a ese algo. Y ese sentido es la finalidad (telos). 
Las substancias están compuestas de dos coelementos o principios inmanentes: la materia (hylé) y la forma (morphé). El hilemorfismo es la teoría que afirma que las substancias son un compuesto de materia y forma.
Para Aristóteles la definición de una cosa contiene su finalidad, y la forma o conjunto de las notas esenciales imprime en esa cosa un sentido que es aquello para qué sirve.
La teoría de las las cuatro causas:
Las substancias están compuestas de dos coelementos o principios inmanentes: la materia (hylé) y la forma (morphé). El hilemorfismo es la teoría que afirma que las substancias son un compuesto de materia y forma.
Para Aristóteles la definición de una cosa contiene su finalidad, y la forma o conjunto de las notas esenciales imprime en esa cosa un sentido que es aquello para qué sirve.


Enlace para ver video explicativo




ACTIVIDADES: resuelve las siguientes actividades en tu cuaderno.
Ejercicio 1: describa a qué causas corresponden las siguientes imágenes.
1) Acero =
2) Modelo = 
3) Escultor = 
4) Honrar a los barqueros = 




 Ejercicio 2: Desarrolla las siguientes comparaciones:

1.    Distingue entre  substancia y esencia. Da un ejemplo
2.    Distingue entre substancia y accidente. Da un ejemplo
3.    Explica con un ejemplo tuyo  las cuatro causas aristotélicas.
4.    Distingue entre materia y forma. Da un ejemplo tuyo.




ó             Aristóteles afirma, también, que las substancias están compuestas de potencia y acto. Todo ser es en acto, ya que la pura potencia no existe. Todo ser es  en acto, en cuanto es real. Pero también todo ser es en potencia (a excepción del primero de los seres que es acto puro), en cuanto puede ser o tiene la posibilidad de ser distinto, o su materia tiene la posibilidad de ser el material de otra substancia. El cambio (el movimiento) es el paso de la potencia a acto, Por ello el cambio es ordenado, porque de una cosa no puede provenir cualquier otra sino sólo una de aquellas respecto de las cuales se halla en potencia.  Para que se de el movimiento es necesario que una substancia ya esté en acto respecto del movimiento que va generar, que actualice la potencia,  que se halla precisamente en potencia de realizar ese cambio. Por ejemplo, un árbol comienza siendo una semilla, luego crece y se desarrolla transformándose en un pequeño arbusto, luego en un árbol que tiene hojas, flores, frutos. Llegando el otoño pierde sus hojas y sus frutos. Si lo cortan, se transforma en madera y luego en un mueble.


5.   Ejercicio 3:  Distingue entre acto y potencia. Inventa un ejemplo tuyo. Ilústralo con un dibujo.

domingo, 10 de abril de 2016

El Mito de la Caverna y la película Matrix

SUBUNIDAD 2: Problemas metafísicos y epistemológicos.
Aprendizaje  Esperado: Conocer e interpretar las Teoría de las Ideas de Platón.
                                             Comparar el Mito platónico con la película Matrix.
ACTIVIDAD: Lea el siguiente texto y conteste la pauta de análisis.

Platón. Alegoría de la Caverna

Ahora, continué diciendo, imagínate de la siguiente manera nuestra naturaleza, según que recibe o no la debida educación. Figúrate unos hombres en una habitación subterránea al modo de una caverna, que tenga la entrada vuelta hacia la luz y larga como toda ella. En ella se encuentran desde niños, con las piernas y el cuello atados, teniendo que permanecer en el mismo sitio y no pudiendo ver más que lo que tienen delante, imposibilitados como están por las ataduras de mover la cabeza en torno. La luz de un fuego colocado en lo alto y a lo lejos brilla detrás de ellos. Entre este fuego y los presos hay un camino alto. A lo largo de este camino figúrate levantada una tapia, algo así como las mamparas que ponen delante los titiriteros, frente al público, y por encima de las cuales exhiben los títeres.
     Me lo figuro, dijo.
     Figúrate, pues, a lo largo de esta tapia hombres llevando cosas de todas clases que sobresalgan de la tapia, y figuras humanas y de animales de piedra y de madera, hechas de todas formas -como es natural, unos hablando, otros callados, los que las llevan y pasan.
     Cuadro extravagante pintas, dijo, y extravagantes presos.
     Iguales a nosotros, repuse yo. Pues bien, y en primer término, ¿crees que unos presos semejantes pueden haber visto de sí mismos y de los demás otra cosa que sus sombras proyectadas por el fuego sobre la pared de la caverna que tienen enfrente?
     ¿Cómo, dijo, si están forzados a tener la cabeza inmóvil toda su vida?
     Y de las cosas que llevan los que pasan ¿no es lo mismo?
     ¿Qué, si no?
     Si, pues, pudiesen conversar unos con otros ¿no piensas que estarían convencidos de hablar de las cosas mismas, al hablar de las sombras que ven?
     Forzosamente.
     ¿Y si la prisión tuviese un eco que saliese de la pared de enfrente de ellos? Cada vez que uno de los que pasan hablase ¿crees que podrían pensar que quien hablaba era otra cosa que la sombra que pasase por la pared?
     Por Zeus, no, dijo.
     Unos presos semejantes, seguí yo, no podrían en absoluto convencerse de que la verdad fuese nada distinto de las sombras de las cosas.
     Con toda necesidad, dijo.
     Pues considera, proseguí yo, cuáles serían los efectos de soltarles y librarles de sus ataduras y de la imbecilidad en que se encuentran sumidos, si por obra de naturaleza les acaeciese lo siguiente. Cuando se soltase a uno y se le obligase a ponerse de repente en pie, a mover el cuello, a andar y a levantar la vista hacia la luz, al hacer todo esto sentiría dolores y se sentiría imposibilitado por las vibraciones de la luz para ver las cosas de que veía las sombras un momento antes. ¿Qué crees que diría, si alguien le dijese que un momento antes veía naderías, pero que ahora algo más cerca de la realidad y vuelto hacia las cosas más reales, veía más exactamente? ¿Y si, enseñándole cada una de las cosas que pasan, se le obligase, preguntándole, a responder lo que era? ¿No crees que se encontraría en un callejón sin salida y que estaría convencido de que las cosas que veía un momento antes eran más verdaderas que las que le enseñan ahora?
     Mucho más, dijo.
     Y si le forzasen a mirar a la luz misma ¿no crees que le dolerían los ojos, y que dando la vuelta huiría hacia aquellas cosas que podía ver, y que estaría convencido de que éstas eran en realidad más claras que las que le enseñaban?
     Así es, dijo.
     Y si, proseguí, le arrastrasen de allí a la fuerza por la subida ruda y escarpada, y no le soltasen hasta haberle sacado a rastras a la luz del sol, ¿es que no crees que padecería, y que se exasperaría de que le arrastrasen, y que desde que hubiese llegado a la luz tendría los ojos llenos de su resplandor, y no podría ver ni una sola de las cosas que llamamos ahora las verdaderas cosas?
     No podría, dijo, al menos en seguida.
     Tendría falta, en efecto, de la costumbre, creo yo, si quería ver las cosas de la parte alta. Primero vería con más facilidad las sombras, después las imágenes de los hombres y las de las demás cosas en las aguas, más tarde las cosas mismas, y a partir de aquí contemplaría las cosas del cielo y el cielo mismo de noche, levantando la vista a la luz de las estrellas y de la luna, más fácilmente que de día el sol y su luz.
     ¿Cómo no?
     Por fin, creo yo, sería el sol, no su reflejo en las aguas ni en ninguna otra superficie, sino él mismo, en sí mismo y en su lugar mismo, lo que podría mirar y contemplar como es.
     Necesariamente, dijo.
     Y después de esto podría ya inferir acerca de él que él era quien traía consigo las estaciones y los años, quien regía todas las cosas del espacio visible y quien era causa en alguna manera de todas aquellas cosas que veían en la caverna.
     Evidente, dijo, que vendría a parar en esto después de lo otro.
     ¿Qué, entonces? ¿No crees que, acordándose de su primera habitación, de la sabiduría que allí reinaba y de los presos con él, se sentiría feliz del cambio y los compadecería?
     Y tanto.
     En cuanto a los honores y a los elogios, si algunos se tributaban mutuamente, y a las recompensas concedidas al que viese con una vista más aguda las cosas que se pasaban, y al que recordase mejor las que acostumbrasen a desfilar primero, después o a la vez, y por esto fuese más capaz de predecir lo que fuese a suceder, ¿te parece que sentiría afán de ellos y qué tendría celos de los que recibiesen honores y poseyesen el poder entre ellos? ¿O no experimentaría lo que dice Homero, y no querría ciertamente «ser un jornalero y trabajar para otro pobre», y sufrir cualquier cosa, mejor que tener aquellas opiniones y vivir de aquella manera?
     Así creo yo, dijo; mejor aceptaría sufrirlo todo que vivir de aquella manera.
     Pues piensa todavía esto, proseguí. Si este hombre, bajando de nuevo, se sentase en el mismo asiento, ¿es que no tendría los ojos completamente oscurecidos, volviendo de pronto del sol?
     Y tanto, dijo.
     Y si tuviese falta de rivalizar en juzgar de nuevo las sombras con los que hubiesen estado presos siempre; en tanto tuviese la vista débil, antes de que los ojos hubiesen recuperado su fuerza -tiempo de acostumbrarse que no sería pequeño- ¿es que no daría risa y no dirían de él que por haber subido arriba volvía habiendo echado a perder los ojos, y que no merece la pena ni siquiera el intentar subir? Y al que se pusiera a soltarlos y a llevarlos arriba, si pudiesen cogerlo en sus manos y matarlo, ¿no lo matarían?
     Ciertamente, dijo.
     Pues bien, proseguí, esta alegoría, querido Glaucón, debe aplicarse íntegramente a lo dicho antes, comparando el mundo que se percibe por la vista a la prisión y la luz del fuego encendido en ella a la fuerza del sol. Y si tomas la subida y la contemplación de las cosas de la parte alta por la ascensión del alma al espacio inteligible, no te apartarás de lo que yo creo, supuesto que es lo que sientes afán por oír de mí. Dios sabe si será verdad. Mas si he de atenerme a mi parecer, lo que me parece es que en los confines de lo cognoscible está y se ve, con dificultad, la idea del Bien; pero que, vista, hay que concluir que ella es para todos la causa de todas las cosas rectas y bellas; que en lo visible ha engendrado la luz y el señor de ella, y en lo inteligible, ella misma señora, dispensa la verdad y la inteligencia; y que le hace falta verla al que quiere obrar cuerdamente en lo privado y en lo público.
     Yo también creo como tú, dijo, al menos hasta donde puedo.
     Adelante, pues, proseguí, y cree como yo también esto, es decir, no te admires que los que han llegado allá no quieran ocuparse en las cosas humanas, sino que sus almas se esfuercen por permanecer siempre arriba. Natural, si es una vez más según la alegoría desarrollada.
     Y tan natural, dijo.
     Pero ¿qué? ¿Crees que es cosa de admiración, proseguí, que viniendo de las divinas visiones a las míseras humanas, se haga mala figura y se parezca ciertamente ridículo, al ser forzado, teniendo aún la vista débil y antes de haberse acostumbrado suficientemente a la presente oscuridad, a litigar en los tribunales o en otra parte, acerca de las sombras de lo justo, o de las imágenes cuyas son las sombras, y a rivalizar acerca de estos temas, en la forma en que puedan ser comprendidos por los que no han visto jamás la justicia misma?
     No, no es cosa de admiración, dijo.
     Entonces, si los hombres fuesen inteligentes, proseguí, recordarían que es de dos maneras y por dos causas como resultan turbados los ojos, pasando de la luz a la oscuridad y de la oscuridad a la luz. Considerando, pues, que esto mismo le sucede también al alma, al ver a una desconcertada e imposibilitada de divisar algo, no se reirían sin razón, sino que tratarían de averiguar si es que, al volver de una vida más luminosa estaba oscurecida por la falta de costumbre, o por pasar de una mayor ignorancia a la vida más luminosa resultaba llena de vibraciones de la luz más relumbrantes; y entonces, a una la tendrían por feliz de su accidente y de su vida; a la otra, la compadecerían,  y si querían reír a costa de ella, la risa sería menos ridícula que el reírse de la que desciende de la luz.
     Hablas muy exactamente, dijo.
     Y la verdad es, proseguí, que si a la facultad que tiene esta naturaleza se le amputasen desde la misma niñez esas como masas de plomo que entran en el género de lo mudable, que los festines y las voluptuosidades y los placeres de esta índole adhieren a la naturaleza y que hacen al alma dirigir la vista hacia abajo; si despojada de ellas, se la dirigiese hacia la verdad, la misma facultad, en los mismos hombres, vería con toda agudeza aquellas otras cosas, como estas a que se halla vuelta ahora.
     Es natural, por lo menos, dijo.
     Pero ¿qué? ¿No es natural también, proseguí y necesario por todo lo dicho, que ni los que no han recibido la debida educación y los que no han hecho la experiencia de la verdad gobiernen bien la ciudad, ni aquellos a quienes se ha dejado dedicarse a su educación hasta el fin, los unos porque no tienen en la vida ninguna mira por la que hacer todo cuanto puedan hacer en lo privado y en lo público, los otros porque, a ser voluntariamente, no obrarían, persuadidos de habitar, vivientes aún, en las islas de los Bienaventurados?
     Verdad es, dijo.
     Obra nuestra, pues, proseguí, de los fundadores, forzar a las mejores naturalezas a dedicarse a la ciencia que hemos dicho antes que es la mejor de todas, a ver el Bien, a hacer aquella subida, y cuando, después de haber subido, hayan visto bastante, no permitirles lo que se les permite ahora.
     ¿Qué?
     El quedarse allá, proseguí, y no querer bajar de nuevo  con los presos, ni participar de sus fatigas y sus honores, más mezquinos o más valiosos.
     Les diremos, en efecto, que los así formados en las otras ciudades no participan, fundadamente, en las fatigas de ellas, porque se forman por sí mismos, a pesar del régimen de cada una, y el que se ha hecho a sí mismo, y a nadie debe su sustento, tiene derecho a no querer pagar a nadie lo que le ha sustentado. Pero a vosotros os hemos formado nosotros, para vosotros mismos y para el resto de la ciudad, como a los jefes y reyes de las colmenas, mejor y más acabadamente educados que aquellos y más capaces de participar de ambas cosas. Es menester, pues, bajar, cada cual a su vez, a la común habitación de los demás, y es menester acostumbrarse a contemplar las cosas oscuras; porque, acostumbrados, veréis mil veces mejor que los de allí, y conoceréis cada una de las imágenes, qué sea y de qué, por haber visto la verdad acerca de las cosas bellas, justas y buenas. Y así la ciudad habitará, para nosotros y para vosotros, un suelo y no un sueño, como ahora habitan las más, porque luchan por una sombra unos contra otros y se sublevan por el mando, como si fuese un gran bien. Pero la verdad es que la ciudad en que menos ávidos del gobierno sean los llamados a gobernar será la mejor administrada y con menos sublevaciones, por necesidad; y la que tenga los gobernantes contrarios, al contrario.
República, Libro VII, 514 a/ 520 d.



Actividades: desarróllalas en tu cuaderno.
1. ¿Qué dos nombres tiene el protagonista? ¿En qué circunstancias de la película se utiliza un nombre u otro?
2. Haz un resumen del argumento y describe los principales personajes.
3. Una buena parte de la película está consagrada a los efectos especiales y a las escenas de lucha y violencia. En tu opinión el tiempo que ocupan en el conjunto de la cinta es: - Suficiente o correcto.    – Excesivo        - Escaso.   Fundamenta tu respuesta con argumentos lógicos y coherentes.
4. ¿Qué frases que se refieran a la felicidad y a la realidad? Anota tres y explícalas.
5. ¿Por qué Cifra traiciona a sus compañeros? ¿Qué piensas de su comportamiento? ¿Si te encontraras en una situación semejante tomarías la pastilla azul? Justifica tu elección.
6. ¿Qué similitudes y diferencias puedes encontrar entre el mito de la caverna de Platón y Matrix?
7. ¿Dónde está la mente mientras el cuerpo de los personajes se encuentra conectado en los sillones que a tal efecto hay en la nave?
8. ¿Sería posible que lo que pensamos que es real no lo sea? ¿Podemos estar seguros de que no vivimos en algún tipo de Matrix?
9. A qué corresponden en nuestras vidas las sombras en el fondo de la caverna?
10. ¿De qué es una analogía la caverna, en el caso de los seres humanos?
11 ¿Qué representa la fuente de la luz que proyecta las sombras en el fondo de la caverna?