SUBUNIDAD 2: Problemas metafísicos y
epistemológicos.
Aprendizaje Esperado: Conocer e interpretar
las Teoría de las Ideas de Platón.
Comparar el Mito platónico con la película Matrix.
Comparar el Mito platónico con la película Matrix.
ACTIVIDAD: Lea el siguiente texto y
conteste la pauta de análisis.
Platón. Alegoría de la Caverna
Ahora, continué diciendo,
imagínate de la siguiente manera nuestra naturaleza, según que recibe o no la
debida educación. Figúrate unos hombres en una habitación subterránea al modo
de una caverna, que tenga la entrada vuelta hacia la luz y larga como toda
ella. En ella se encuentran desde niños, con las piernas y el cuello atados,
teniendo que permanecer en el mismo sitio y no pudiendo ver más que lo que
tienen delante, imposibilitados como están por las ataduras de mover la cabeza
en torno. La luz de un fuego colocado en lo alto y a lo lejos brilla detrás de
ellos. Entre este fuego y los presos hay un camino alto. A lo largo de este
camino figúrate levantada una tapia, algo así como las mamparas que ponen
delante los titiriteros, frente al público, y por encima de las cuales exhiben
los títeres.
Me lo
figuro, dijo.
Figúrate,
pues, a lo largo de esta tapia hombres llevando cosas de todas clases que
sobresalgan de la tapia, y figuras humanas y de animales de piedra y de madera,
hechas de todas formas -como es natural, unos hablando, otros callados, los que
las llevan y pasan.
Cuadro
extravagante pintas, dijo, y extravagantes presos.
Iguales a
nosotros, repuse yo. Pues bien, y en primer término, ¿crees que unos presos
semejantes pueden haber visto de sí mismos y de los demás otra cosa que sus
sombras proyectadas por el fuego sobre la pared de la caverna que tienen
enfrente?
¿Cómo, dijo,
si están forzados a tener la cabeza inmóvil toda su vida?
Y de las
cosas que llevan los que pasan ¿no es lo mismo?
¿Qué, si no?
Si, pues,
pudiesen conversar unos con otros ¿no piensas que estarían convencidos de
hablar de las cosas mismas, al hablar de las sombras que ven?
Forzosamente.
¿Y si la
prisión tuviese un eco que saliese de la pared de enfrente de ellos? Cada vez
que uno de los que pasan hablase ¿crees que podrían pensar que quien hablaba
era otra cosa que la sombra que pasase por la pared?
Por Zeus,
no, dijo.
Unos presos
semejantes, seguí yo, no podrían en absoluto convencerse de que la verdad fuese
nada distinto de las sombras de las cosas.
Con toda
necesidad, dijo.
Pues
considera, proseguí yo, cuáles serían los efectos de soltarles y librarles de
sus ataduras y de la imbecilidad en que se encuentran sumidos, si por obra de
naturaleza les acaeciese lo siguiente. Cuando se soltase a uno y se le obligase
a ponerse de repente en pie, a mover el cuello, a andar y a levantar la vista
hacia la luz, al hacer todo esto sentiría dolores y se sentiría imposibilitado
por las vibraciones de la luz para ver las cosas de que veía las sombras un
momento antes. ¿Qué crees que diría, si alguien le dijese que un momento antes
veía naderías, pero que ahora algo más cerca de la realidad y vuelto hacia las
cosas más reales, veía más exactamente? ¿Y si, enseñándole cada una de las
cosas que pasan, se le obligase, preguntándole, a responder lo que era? ¿No
crees que se encontraría en un callejón sin salida y que estaría convencido de
que las cosas que veía un momento antes eran más verdaderas que las que le
enseñan ahora?
Mucho más,
dijo.
Y si le
forzasen a mirar a la luz misma ¿no crees que le dolerían los ojos, y que dando
la vuelta huiría hacia aquellas cosas que podía ver, y que estaría convencido
de que éstas eran en realidad más claras que las que le enseñaban?
Así es,
dijo.
Y si,
proseguí, le arrastrasen de allí a la fuerza por la subida ruda y escarpada, y
no le soltasen hasta haberle sacado a rastras a la luz del sol, ¿es que no
crees que padecería, y que se exasperaría de que le arrastrasen, y que desde
que hubiese llegado a la luz tendría los ojos llenos de su resplandor, y no
podría ver ni una sola de las cosas que llamamos ahora las verdaderas cosas?
No podría,
dijo, al menos en seguida.
Tendría
falta, en efecto, de la costumbre, creo yo, si quería ver las cosas de la parte
alta. Primero vería con más facilidad las sombras, después las imágenes de los
hombres y las de las demás cosas en las aguas, más tarde las cosas mismas, y a
partir de aquí contemplaría las cosas del cielo y el cielo mismo de noche, levantando
la vista a la luz de las estrellas y de la luna, más fácilmente que de día el
sol y su luz.
¿Cómo no?
Por fin,
creo yo, sería el sol, no su reflejo en las aguas ni en ninguna otra
superficie, sino él mismo, en sí mismo y en su lugar mismo, lo que podría mirar
y contemplar como es.
Necesariamente,
dijo.
Y después de
esto podría ya inferir acerca de él que él era quien traía consigo las
estaciones y los años, quien regía todas las cosas del espacio visible y quien
era causa en alguna manera de todas aquellas cosas que veían en la caverna.
Evidente,
dijo, que vendría a parar en esto después de lo otro.
¿Qué,
entonces? ¿No crees que, acordándose de su primera habitación, de la sabiduría
que allí reinaba y de los presos con él, se sentiría feliz del cambio y los
compadecería?
Y tanto.
En cuanto a
los honores y a los elogios, si algunos se tributaban mutuamente, y a las
recompensas concedidas al que viese con una vista más aguda las cosas que se
pasaban, y al que recordase mejor las que acostumbrasen a desfilar primero,
después o a la vez, y por esto fuese más capaz de predecir lo que fuese a
suceder, ¿te parece que sentiría afán de ellos y qué tendría celos de los que
recibiesen honores y poseyesen el poder entre ellos? ¿O no experimentaría lo
que dice Homero, y no querría ciertamente «ser un jornalero y trabajar para
otro pobre», y sufrir cualquier cosa, mejor que tener aquellas opiniones y
vivir de aquella manera?
Así creo yo,
dijo; mejor aceptaría sufrirlo todo que vivir de aquella manera.
Pues piensa
todavía esto, proseguí. Si este hombre, bajando de nuevo, se sentase en el
mismo asiento, ¿es que no tendría los ojos completamente oscurecidos, volviendo
de pronto del sol?
Y tanto,
dijo.
Y si tuviese
falta de rivalizar en juzgar de nuevo las sombras con los que hubiesen estado
presos siempre; en tanto tuviese la vista débil, antes de que los ojos hubiesen
recuperado su fuerza -tiempo de acostumbrarse que no sería pequeño- ¿es que no
daría risa y no dirían de él que por haber subido arriba volvía habiendo echado
a perder los ojos, y que no merece la pena ni siquiera el intentar subir? Y al
que se pusiera a soltarlos y a llevarlos arriba, si pudiesen cogerlo en sus
manos y matarlo, ¿no lo matarían?
Ciertamente,
dijo.
Pues bien,
proseguí, esta alegoría, querido Glaucón, debe aplicarse íntegramente a lo
dicho antes, comparando el mundo que se percibe por la vista a la prisión y la
luz del fuego encendido en ella a la fuerza del sol. Y si tomas la subida y la
contemplación de las cosas de la parte alta por la ascensión del alma al
espacio inteligible, no te apartarás de lo que yo creo, supuesto que es lo que
sientes afán por oír de mí. Dios sabe si será verdad. Mas si he de atenerme a
mi parecer, lo que me parece es que en los confines de lo cognoscible está y se
ve, con dificultad, la idea del Bien; pero que, vista, hay que concluir que
ella es para todos la causa de todas las cosas rectas y bellas; que en lo
visible ha engendrado la luz y el señor de ella, y en lo inteligible, ella
misma señora, dispensa la verdad y la inteligencia; y que le hace falta verla
al que quiere obrar cuerdamente en lo privado y en lo público.
Yo también
creo como tú, dijo, al menos hasta donde puedo.
Adelante, pues,
proseguí, y cree como yo también esto, es decir, no te admires que los que han
llegado allá no quieran ocuparse en las cosas humanas, sino que sus almas se
esfuercen por permanecer siempre arriba. Natural, si es una vez más según la
alegoría desarrollada.
Y tan
natural, dijo.
Pero ¿qué?
¿Crees que es cosa de admiración, proseguí, que viniendo de las divinas
visiones a las míseras humanas, se haga mala figura y se parezca ciertamente
ridículo, al ser forzado, teniendo aún la vista débil y antes de haberse
acostumbrado suficientemente a la presente oscuridad, a litigar en los
tribunales o en otra parte, acerca de las sombras de lo justo, o de las
imágenes cuyas son las sombras, y a rivalizar acerca de estos temas, en la
forma en que puedan ser comprendidos por los que no han visto jamás la justicia
misma?
No, no es
cosa de admiración, dijo.
Entonces, si
los hombres fuesen inteligentes, proseguí, recordarían que es de dos maneras y
por dos causas como resultan turbados los ojos, pasando de la luz a la
oscuridad y de la oscuridad a la luz. Considerando, pues, que esto mismo le
sucede también al alma, al ver a una desconcertada e imposibilitada de divisar
algo, no se reirían sin razón, sino que tratarían de averiguar si es que, al
volver de una vida más luminosa estaba oscurecida por la falta de costumbre, o
por pasar de una mayor ignorancia a la vida más luminosa resultaba llena de
vibraciones de la luz más relumbrantes; y entonces, a una la tendrían por feliz
de su accidente y de su vida; a la otra, la compadecerían, y si querían reír a costa de ella, la risa
sería menos ridícula que el reírse de la que desciende de la luz.
Hablas muy exactamente,
dijo.
Y la verdad
es, proseguí, que si a la facultad que tiene esta naturaleza se le amputasen
desde la misma niñez esas como masas de plomo que entran en el género de lo
mudable, que los festines y las voluptuosidades y los placeres de esta índole
adhieren a la naturaleza y que hacen al alma dirigir la vista hacia abajo; si
despojada de ellas, se la dirigiese hacia la verdad, la misma facultad, en los
mismos hombres, vería con toda agudeza aquellas otras cosas, como estas a que
se halla vuelta ahora.
Es natural,
por lo menos, dijo.
Pero ¿qué?
¿No es natural también, proseguí y necesario por todo lo dicho, que ni los que
no han recibido la debida educación y los que no han hecho la experiencia de la
verdad gobiernen bien la ciudad, ni aquellos a quienes se ha dejado dedicarse a
su educación hasta el fin, los unos porque no tienen en la vida ninguna mira
por la que hacer todo cuanto puedan hacer en lo privado y en lo público, los
otros porque, a ser voluntariamente, no obrarían, persuadidos de habitar,
vivientes aún, en las islas de los Bienaventurados?
Verdad es,
dijo.
Obra
nuestra, pues, proseguí, de los fundadores, forzar a las mejores naturalezas a
dedicarse a la ciencia que hemos dicho antes que es la mejor de todas, a ver el
Bien, a hacer aquella subida, y cuando, después de haber subido, hayan visto
bastante, no permitirles lo que se les permite ahora.
¿Qué?
El quedarse
allá, proseguí, y no querer bajar de nuevo
con los presos, ni participar de sus fatigas y sus honores, más
mezquinos o más valiosos.
Les diremos, en efecto,
que los así formados en las otras ciudades no participan, fundadamente, en las
fatigas de ellas, porque se forman por sí mismos, a pesar del régimen de cada
una, y el que se ha hecho a sí mismo, y a nadie debe su sustento, tiene derecho
a no querer pagar a nadie lo que le ha sustentado. Pero a vosotros os hemos
formado nosotros, para vosotros mismos y para el resto de la ciudad, como a los
jefes y reyes de las colmenas, mejor y más acabadamente educados que aquellos y
más capaces de participar de ambas cosas. Es menester, pues, bajar, cada cual a
su vez, a la común habitación de los demás, y es menester acostumbrarse a
contemplar las cosas oscuras; porque, acostumbrados, veréis mil veces mejor que
los de allí, y conoceréis cada una de las imágenes, qué sea y de qué, por haber
visto la verdad acerca de las cosas bellas, justas y buenas. Y así la ciudad
habitará, para nosotros y para vosotros, un suelo y no un sueño, como ahora
habitan las más, porque luchan por una sombra unos contra otros y se sublevan
por el mando, como si fuese un gran bien. Pero la verdad es que la ciudad en
que menos ávidos del gobierno sean los llamados a gobernar será la mejor
administrada y con menos sublevaciones, por necesidad; y la que tenga los
gobernantes contrarios, al contrario.
República, Libro VII, 514 a/ 520 d.
Actividades: desarróllalas en tu
cuaderno.
1. ¿Qué dos nombres tiene el protagonista? ¿En qué circunstancias de la película se utiliza un nombre u otro?
1. ¿Qué dos nombres tiene el protagonista? ¿En qué circunstancias de la película se utiliza un nombre u otro?
2. Haz un resumen del argumento y describe los principales personajes.
3. Una buena parte de la película está consagrada a los efectos especiales
y a las escenas de lucha y violencia. En tu opinión el tiempo que ocupan en el
conjunto de la cinta es: - Suficiente o correcto. – Excesivo - Escaso. Fundamenta tu respuesta con argumentos lógicos y coherentes.
4. ¿Qué frases que se refieran a la felicidad y a la realidad? Anota tres y
explícalas.
5. ¿Por qué
Cifra traiciona a sus compañeros? ¿Qué piensas de su comportamiento? ¿Si te
encontraras en una situación semejante tomarías la pastilla azul? Justifica tu
elección.
6. ¿Qué
similitudes y diferencias puedes encontrar entre el mito de la caverna de
Platón y Matrix?
7. ¿Dónde está
la mente mientras el cuerpo de los personajes se encuentra conectado en los
sillones que a tal efecto hay en la nave?
8. ¿Sería
posible que lo que pensamos que es real no lo sea? ¿Podemos estar seguros de
que no vivimos en algún tipo de Matrix?
9. A qué corresponden en nuestras vidas las
sombras en el fondo de la caverna?
10. ¿De qué es una analogía la caverna, en el caso
de los seres humanos?
11 ¿Qué representa la fuente de la luz que
proyecta las sombras en el fondo de la caverna?
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